Mujeres contra el miedo: un año de la muerte de Mahsa Amini en Irán

18/Sep/2023

France 24- por Marina Sardiña

France 24- por Marina Sardiña 

El sábado 16 de septiembre se cumplió el primer aniversario de la muerte de Mahsa Amini, detonante de unas protestas sin precedentes en la historia reciente de Irán. Unas manifestaciones lideradas por las jóvenes iraníes en rechazo al deceso, bajo custodia policial, de la joven kurdo-iraní que han dejado de manifiesto el amplio descontento de la juventud con el régimen teocrático de Irán, y de las de las mujeres con el control que ejerce sobre ellas. Crédito foto: AP- Emrah Gurel

Hace un año, el grito ahogado de miles de jóvenes iraníes: “Jin, jiyan, azadi” o “Mujer, vida, libertad” floreció en todos los rincones de Irán. Desde la capital hasta la ruralidad, el sentimiento de rabia y frustración sacó a las calles a una juventud que se mostró feroz y sin miedo. “Cada nueva generación es menos temerosa que la anterior. Ésta parece estar dispuesta a luchar hasta el final”, opina Catalina Gómez Ángel, corresponsal de France 24 en Teherán y residente en el país persa desde hace más de una década.

Su estandarte fue la cólera colectiva generada por la muerte de la joven kurdo-iraní, Jina Mahsa Amini. Murió el 16 de septiembre de 2022, tres días después de ser detenida –y golpeada en custodia, según testigos, algo que las autoridades niegan– por la temida “policía de la moral”.

Tenía 22 años y los sueños de cualquier joven de su edad, parte de una generación que no conoce más Gobierno que la mano dura del régimen islamista. Su muerte fue “el catalizador de una sumatoria de enojos y frustraciones del pueblo iraní que quiere un cambio de liderazgo político. Sirvió para unir a las distintas clases sociales y al centro de Irán con la periferia”, explica a France 24 la analista política Susana Mangana, respecto al estallido social que estremeció los pilares de la República Islámica.

El delito de Amini –porque en Irán “su error” está castigado con la cárcel, según el artículo 368 del Código Penal– fue no llevar puesto el velo islámico o hiyab como dictan las estrictas normas de la ley islámica, basadas en la interpretación que hace el régimen de la República Islámica de la sharía.

La cada vez más polémica obligatoriedad del velo provocó que las mujeres alzaran su voz. Está vez con más fuerza en su condena. Gómez Ángel apunta a que fueron las mismas mujeres “que van a la vanguardia de cambiar la sociedad en sus acciones diarias; dentro del mundo laboral o de las universidades, que se quitan el velo y que venían presionando desde hace mucho tiempo”, quienes “dicen al sistema: ¡No más!”.

Precisamente, las jóvenes iraníes lideraron las congregaciones en rechazo a la obligatoriedad del velo islámico, contra las estrictas y discriminatorias normativas islámicas. Retaron al régimen cortándose el pelo en público, quemando hiyabs y coreando arengas feministas que dieron la vuelta al mundo: “Mujer. Vida. Libertad”. Una ruptura con el sistema que impone y ejerce control político sobre sus cuerpos. “No se trata solo de imponer un código de vestimenta a las mujeres, sino de mantener un cierto orden establecido”, dice Mangana, respecto a una sociedad conservadora y patriarcal en sintonía con el pensamiento de los dirigentes iraníes. “El régimen tiene miedo de que si liberaliza esta sociedad, tal y como está hoy concebida, perderá control y poder sobre los ciudadanos”, concluye la analista.

El clamor de las mujeres y jóvenes iraníes se extendió –mediante las convocatorias en las redes sociales, que burlaron la censura– lejos del centro del país, tomando gran fuerza en la región del Kurdistán iraní, hogar de Amini y su familia.

El mensaje llegó también hasta el exilio, donde la diáspora organizó y protagonizó movilizaciones en solidaridad con sus compatriotas. “La población había derribado el muro del miedo y consolidado un hilo conductor contra el régimen. Las protestas no estaban localizadas en un centro o lugar específico, lo cual hace más difícil identificarlas y detenerlas”, apunta Daniel Bashandeh, analista hispano-iraní.

Desde entonces, y hasta la fecha de su primer aniversario, las detenciones arbitrarias, las amenazas y torturas policiales, los castigos públicos, la vigilancia y las persecuciones contra cualquier tipo de opositor, activista, intelectual o artista díscolo, han sido las herramientas de las autoridades para apagar las manifestaciones. Las fuerzas de seguridad iraníes tenían la clara intención de “desmoralizar y desmovilizar a la población a través del miedo”, sostiene Bashandeh.

Lo cierto es que, antes del aniversario, Teherán ha tratado de sofocar cualquier atisbo de rebelión o conmemoración. “Hemos recibido informes verificados de una importante presencia de seguridad estatal en varias ciudades iraníes antes de la conmemoración del movimiento #MujerVidaLibertad del 16 de septiembre. El derecho a protestar es fundamental y persistentemente socavado por el Gobierno iraní. Es imperativo que la comunidad internacional se mantenga alerta para salvaguardar estos derechos”, denunciaba en X, antes Twitter, la organización Iran Human Rights.

La reciente purga policial se ha extendido contra profesores universitarios que alentaron las manifestaciones, artistas que entonaron letras de protesta o periodistas, como la kurdo-iraní Nazila Maroufian, que denunciaron las violaciones de derechos humanos. “El régimen es consciente de que no existe una oposición organizada dentro del Estado para hacerles frente. Busca volver a construir el muro del miedo para limitar la organización. Todo ello en vez de canalizar las demandas políticas, sociales y económicas de su población”, indica el analista.

La brutal respuesta continúa a un año de la muerte de la joven kurda

El estallido social de 2022 marcó la primera vez, desde la Revolución Islámica de 1979, que la teocracia iraní se vio desafiada de forma masiva por su pueblo. “Hasta la fecha, las (protestas) más notorias fueron las de 2009 por el fraude electoral. Sin embargo, las actuales, son un punto de inflexión, ya que apuntan directamente al régimen en su totalidad. Hay una ruptura entre régimen y gran parte de la sociedad, en términos políticos, sociales y de valores, especialmente las generaciones más jóvenes”, apunta Bashandeh.

La respuesta, una vez más, fue la brutalidad y la violencia. La Agencia de Noticias de Activistas por los Derechos Humanos (HRANA) estima que más de 530 personas –70 menores de edad– fallecieron por la represión de las fuerzas de seguridad, apoyadas por grupos paramilitares o Basijis. “El régimen, en su afán por mantenerse en el poder, ha seguido reprimiendo con mano dura toda disidencia: miles de detenidos solo por protestar pidiendo mayor libertad, juicios exprés sin garantías legales y, hasta el momento, siete personas ejecutadas por su relación directa con las protestas”, señala a France 24, Anahita Nassir, activista y politóloga hispano-iraní.

Hubo también cerca de 20.000 personas detenidas, según los datos de Amnistía Internacional (AI); la mayoría ya fueron puestas en libertad. “Pese a que las autoridades han anunciado amnistías a algunos condenados, ha quedado demostrado que el régimen no va a ceder para permitir reformas de calado y la única respuesta a cualquier reivindicación o demanda popular será el endurecimiento de sanciones”, apunta Bashandeh.

Coincide con él Carlos de las Heras, portavoz Amnistía Internacional, alertando que todavía quedan muchos manifestantes y simpatizantes contrarios al régimen en las cárceles, “en riesgo no solo de recibir altas condenas de prisión”, indica, “podrían ser incluso condenados a muerte”. A ese encarcelamiento arbitrario se suma la ola de amenazas a los familiares de los jóvenes asesinados durante el estallido social y las recientes detenciones del abogado de Amini y de su tío, Saf Aelí, según informó el medio iraní en el exilio, IranWire.

“En su siniestro intento de encubrir sus crímenes, las autoridades iraníes agravan el sufrimiento de los familiares de las víctimas al impedirles exigir justicia, verdad y reparación, o incluso plantar flores en las tumbas de sus seres queridos”, reza el más reciente informe de AI sobre la persecución a los familiares de las víctimas.

Sin investigaciones independientes sobre la muerte de Amini 

Pese a existir un clima que atenta contra estos derechos fundamentales, no existen investigaciones independientes dentro de Irán para determinar la causa de esas muertes, como tampoco se han podido investigar las razones del fallecimiento de Amini. Según el Ejecutivo del presidente, Ebrahim Raisi, la joven kurda murió “por causas naturales”, no debido a los abusos policiales, como denuncia su familia.

“Es indudable que una de las estrategias de Irán es impedir todo intento de investigación independiente, imparcial o externa en cuanto a las últimas noticias o lo más actualizado que conozcamos sobre el caso”, denuncia De las Heras, añadiendo que las autoridades iraníes no tienen una “actitud proactiva” para impulsar este tipo de investigaciones y llevar a los responsables ante la Justicia.

El Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas aprobó, a finales de 2022, una resolución histórica para la creación de una misión de investigación sobre las violaciones de derechos humanos cometidas durante las protestas del pasado septiembre. “Hemos identificado riesgos importantes de una mayor erosión de los derechos de las mujeres y las niñas en Irán (…) Hemos expresado nuestra preocupación por la continua represión de las mujeres y niñas que se oponen al uso obligatorio del velo y el supuesto uso de tecnologías de reconocimiento facial para identificarlas y arrestarlas”, apuntaban en un comunicado emitido el pasado julio.

Fragilidad dentro de la República Islámica 

Las movilizaciones de hace un año demostraron grietas del régimen y de sus pilares, basados en el islam político. “Muerte al dictador” o la quema de imágenes con el rostro del ayatolá Jamenei se repitieron durante las protestas, que catalizaron demandas y críticas de distinta índole, apuntando contra el régimen teocrático iraní.

En un contexto de crisis económica, social e institucional, dice Bashandeh, son de tres tipos los problemas a los que hace frente el régimen: “Económico, por la inflación y el impacto de las sanciones; social por el cambio generacional, de valores y, sobre todo, de demandas políticas, y, por último, institucional. No hay un claro relevo en caso del fallecimiento del líder supremo, lo que podría provocar una crisis interna dentro del régimen”, explica.

Nassir añade también la corrupción institucionalizada y la opresión de la mujer como parte de las grietas que hacen tambalear a la clase política y religiosa de Irán. Bajo este paraguas se encuentra la población más joven, que mira con desánimo su futuro, eligiendo, muchas veces, el exilio, dice la politóloga, quien tuvo que salir del país, junto a su familia “por motivos políticos” cuando era una niña.

La falta de un líder opositor que se alce como alternativa a más de 40 años de régimen islamista dificulta el éxito del movimiento social y los cambios estructurales en Irán. “A pesar del apoyo popular, la realidad es que no existe un movimiento organizado de oposición frontal al régimen, ni siquiera un líder que reúna todas las demandas de una población hastiada, que a lo largo de todos estos años ha visto como el régimen ha eliminado de raíz cualquier conato de rebelión”, sintetiza Nassir.

Si bien las autoridades iraníes han demostrado su capacidad para mantenerse en el poder a pesar de las revueltas, “preocupado en mantener el equilibrio entre facciones internas y las presiones internacionales”, los jóvenes –y las mujeres, a menudo silenciadas, – han demostrado la valentía de alzarse en pro de sus derechos más básicos. Por ello, según Bashandeh, cualquier movimiento en falso del régimen podrá hacerle tambalear y “será una nueva oportunidad para que la población, encendida y harta, salga a las calles y ponga punto final a décadas de oscuridad”.